Hay algo fascinante, a la par que perturbador, en observar a alguien desarrollar su vida cotidiana. Puede parecernos aburrido al principio, ya que la vida habitual de las personas no es ni mucho menos tan excitante como siempre intentamos vender. Pero en determinadas circunstancias, y accionando los resortes adecuados… El morbo que provoca ese vouyerismo se hace irresistible, y se ha convertido en la base del éxito de los reality shows, programas televisivos que llevan años triunfando. El cambio de siglo trajo consigo una nueva forma de entender la televisión, más consumista, con las cadenas y emisoras buscando aprovechar cualquier espacio al máximo. Antes, los programas que más audiencia generaban eran las retransmisiones deportivas y las películas. Ahora, el cine ha desaparecido por completo de la parrilla, y el deporte ha quedado relegado a las plataformas de pago. Sin embargo, los realities sobreviven, y con muy buenos números, todo hay que decirlo.
El germen de aquella revolución televisiva fue Gran Hermano, el famoso Big Brother que se estrenó a finales de los 90 en Europa y que en los 2000 llegaría al resto del mundo. Un formato muy sencillo y barato de producir, pero que generaba muchos ingresos gracias a las increíbles audiencias que obtenían. La premisa de Gran Hermano era muy sencilla: meter a una docena de concursantes en una casa para que conviviesen durante semanas, y ver cómo interactuaban entre ellos. Lo que nació como un supuesto experimento sociológico terminó derivando demasiado pronto en un show donde casi todo estaba guionizado. Las primeras ediciones del programa, cuando todavía no había conseguido un éxito tan arrollador, mostraban a personas normales en una situación muy especial. Sin embargo, cuando Gran Hermano se convirtió en un fenómeno, los concursantes pasaron a ser buscavidas con ganas de fama y dinero fácil. A pesar de las dinámicas y las pruebas, el interés del público se centraba en las peleas y los conflictos entre los concursantes. Desde el programa lo sabían, y no tuvieron reparos en concentrarse en esa parte más morbosa y polémica, incluso sacando algunos secretos a la luz que podrían suponer graves problemas para los participantes…
Un formato de gran éxito
Gran Hermano es un formato original holandés, producido por la empresa Endemol, que descubrió un auténtico filón en esta vida ante las cámaras. Personas normales que se exponen, las 24 horas del día, sin ningún tipo de intimidad ante millones de espectadores. Pensaron que les costaría encontrar a gente dispuesta a vivir dicha experiencia, pero al final fueron miles los candidatos, en cada país que el programa se estrenaba. Holanda, Bélgica, Alemania, España, Portugal… y más tarde, Estados Unidos, Reino Unido, Argentina, Chile, Brasil. El mundo entero quedó embelesado por el formato a principios de los 2000, y las vidas de aquellos concursantes anónimos cambiaron para siempre. Su exposición no era solo durante el programa. Cada detalle previo a la entrada en el concurso también apareció en los medios, incluyendo el pasado turbulento de algunas de las participantes.
Muchas concursantes fueron prostitutas
España es el caso paradigmático de este tipo de sucesos, ya que en su primera edición, el espacio logró un éxito abrumador casi desde su primera emisión. Aquellos concursantes parecían nuestros amigos, nuestros vecinos de al lado, gente sencilla y normal en una situación imprevisible. Sin embargo, los secretos no tardaron en salir a la luz. Solo en la primera edición de GH España, un par de concursantes tuvieron que abandonar el programa tras aparecer informaciones sobre su pasado relacionado con la prostitución. María José Galera y Mónica Ruíz vieron cómo sus vidas cambiaban para siempre al destaparse aquel secreto de su pasado. Posteriormente, otras concursantes también se enfrentaron a esa misma situación. En Reino Unido, por ejemplo, Helen Wood llegó a ganar su edición en 2014, sabiéndose ya que había sido prostituta en el pasado.
La historia se ha repetido en muchas otras ediciones de otros países, casi siempre con la misma repercusión. Una chica relativamente joven se presenta a un programa de mucho éxito, y se expone por completo, tanto en su presente como en su pasado. Esto hace que se busque toda la información posible sobre ella, y que incluso muchas personas de su entorno terminen hablando por dinero. Aunque hay numerosos casos de prostitutas y ex trabajadoras sexuales que llegaban a Gran Hermano reconociendo su pasado, en otras ocasiones los rumores eran totalmente infundados. En una sociedad como la nuestra, supuestamente abierta en el tema sexual, acusar a una mujer de ser prostituta sigue siendo una manera muy eficaz, aunque deleznable, de causarle mucho daño a su imagen social.
Las opciones después de salir del programa
La mayoría de concursantes que eran acusadas de ser prostitutas al entrar en el programa habían dejado atrás aquel trabajo hace tiempo. Eran mujeres que, por diversos motivos, habían ejercido durante un tiempo. Sin embargo, también había chicas que buscaban aprovechar la oportunidad del éxito en la televisión para conseguir mucho dinero y la vida que siempre habían deseado. Al salir del programa, especialmente en las primeras ediciones, muchas de ellas aparecieron en revistas masculinas, desnudas o en poses muy sugerentes. Para la mayoría, esto quedaba solo ahí. Sin embargo, otras participantes, como Natacha Jatt, Noelia Ríos o Rebeca Perea, terminaron en el mundo de la pornografía, y aun a día de hoy, muchas siguen vendiendo contenido erótico.
Los rumores apuntaban igualmente a que estas “nuevas famosas” entraban a formar parte de un supuesto catálogo de mujeres de compañía para hombres pudientes. El caso de Wood era especial porque ella misma reconoció, años antes de entrar en el programa, que había trabajado como escort VIP, teniendo relaciones con futbolistas muy reconocidos. Muchas de las chicas que abandonaban el programa y pasaban por los platós de televisión tuvieron que desmentir los rumores de estar dedicándose al mundo de la prostitución. Sin embargo, otras no tenían reparos en reconocer que habían ejercido, como Sonia Arenas o Natacha Jatt, participantes de la edición española. Esta última, tristemente fallecida hace unos años, convirtió el sexo en su modo de vida tras salir del programa y ganar mucha fama tanto en España como en Argentina, su país natal.
La visión de la prostitución en el siglo XXI
El caso de Gran Hermano y el trato que se les profesó a estas mujeres hace apenas un par de décadas sirve para ejemplificar el cambio de visión que estamos teniendo sobre el tema. En el año 2000, ser prostituta era prácticamente como ser una bruja en el Medievo, motivo suficiente para arder en la hoguera. La prostitución sigue siendo hoy en día un tema tabú, pero en ningún caso se llevaría a cabo en estos días un linchamiento como el que sufrieron aquellas primeras concursantes. Tal vez aquellos casos sirvieron para poner en liza un problema acuciante para muchas chicas jóvenes: la necesidad de prostituirse para encontrar una vía de ingresos. El problema es que todo se vio desde una perspectiva morbosa y buscando el show, en lugar de ahondar en la raíz del verdadero problema.