La compulsión enfermiza, cualquiera que sea la máscara con que se vista, representa para el que la sufre la búsqueda interminable por llenar el vacío que los convierte en seres profundamente infelices.
Comer sin control o la obsesión por la dieta, apostarse el sueldo en juegos de azar, el alcoholismo, el consumo de drogas o la adicción a la pornografía, son versiones distintas de un mismo tipo de trastorno que lleva al que la padece a tratar de resolver sus problemas de ansiedad o de depresión con la alegría a corto plazo de adquirir un producto o la satisfacción de poseer algo nuevo.Como sucede con cualquier adicción, el primer paso para vencerlo requiere que el comprador compulsivo asuma su dependencia y tenga el coraje de dejarlo atrás. Porque los compradores compulsivos que no se someten a terapia deberán enfrentarse, más pronto que tarde, a las duras consecuencias psicológicas, a la ruptura de sus relaciones con familiares y amigos, a la quiebra financiera y, llegado al extremo, a tener que afrontar el rechazo social y el castigo legal y penal.
Cómo reconocer a un comprador compulsivo
Las personas que sufren el desorden de compra compulsiva son sujetos que acumulan cosas. Estos compradores obsesivos no adquieren bienes materiales para lucirlos como vestidos o joyas, disfrutar del último modelo de televisor o tener la versión más full del último dispositivo inteligente que ha salido al mercado. Con frecuencia, estas personas dejan que los objetos por los que han pagado acumulen polvo después de echarles un vistazo, los regalan o simplemente los devuelven.
La pulsión radica en el acto en sí mismo de comprar, no en las posibilidades de ocio o lucimiento que le proporciona el objeto adquirido en sí mismo. Según declaran las personas que sufren esta anomalía, la satisfacción que sienten al salir de una tienda cargados de bolsas es comparable a la gratificación sexual o al subidón del drogadicto al pincharse droga o esnifar cocaína.
A diferencia de otras adicciones como la drogodependencia o el alcoholismo, el consumo compulsivo suele pasar desapercibido hasta que los compradores comienzan a enfrentarse a problemas financieros.
En su afán de estar permanentemente de compras por tiendas y centros comerciales, estas personas llegarán a pedir prestado o a agotar los saldos de sus tarjetas de crédito.
Tras el chute de satisfacción que supone adquirir un abrigo o hacerse con un artilugio sofisticadísimo, luego les mortifica un sentimiento de culpa y angustia. El adicto a las compras entra así en una espiral de compra, euforia y depresión que repite una y otra vez en un ciclo interminable que no comienza a romperse hasta que el compulsivo reconoce sus problemas y busca ayuda.
Llevada a extremos, esta compulsión enfermiza hace que los compradores sin control lleguen al límite de cometer actos delictivos o pensar en el suicidio.
Comprar por comprar hace que estas personas adquieran ropa, zapatos o cualquier otro artículo, que nunca llegan a usar y que amontonan en los armarios todavía con las etiquetas puestas.
El Hospital Universitario de Bellvitge estima que alrededor del 6% de la población de los países desarrollados sufre algún trastorno de compra compulsiva. El perfil de estas personas es de una individuo de unos 40 años. Sin embargo, los síntomas comienzan a despuntar a edades mucho más tempranas, sobre los 18.
Los síntomas suelen mostrarse cuando la persona compra de forma recurrente prendas o productos que raramente necesita.
Según algunos expertos, durante el acto de la compra el consumidor suele pasar por cuatro fases:
Vemos un producto y nos atrae.
Recopilamos toda la información posible sobre él.
Evaluamos el producto: su relación calidad-precio, efectuamos una comparación entre marcas, analizamos si es algo que nos será práctico o tendrá alguna utilidad en nuestra vida.
Lo compramos.
El comprador compulsivo pasará directamente de la primera a la cuarta fase. Y con el mismo entusiasmo que pasa por caja con la cesta de la compra llena, pierde el interés por los objetos adquiridos.
Problemas a los que se enfrenta un comprador compulsivo
Además de luchar contra una compulsión que les convierte en personas frustradas y depresivas, el adicto a las compras debe luchar permanentemente con la pérdida del control.
Baja autoestima, incapacidad para sobrellevar las emociones negativas, impulsividad, vivir permanentemente en una montaña rusa que le hace ir a toda velocidad desde la euforia del acto de la compra a la melancolía y el sentimiento de culpa tras haber cedido a su adicción.
Este trastorno afecta por igual a hombres que a mujeres. La diferencia reside en que, mientras los hombres derrochan sus ahorros en productos electrónicos o musicales, las mujeres se van más por la moda, las joyas o los perfumes.
¿Está relacionado con otras conductas patológicas?
Algunos estudios apuntan a que, en la mitad de los casos, detrás de las motivaciones que arrastran los compradores compulsivos, existen otras patologías latentes como ansiedad, depresión, trastornos en la conducta alimenticia e inclinación a cualquier otra adicción.
La oniomanía es un desorden de tipo psicológico que sufren personas que además padecen trastornos del estado de ánimo.
Las personas que la viven se ven empujados a comprar de una manera persistente e irresistible, que experimentan al hacerlo una sensación de liberación placentera e inhibidora del dolor, para caer con la misma velocidad en la frustración y la culpa.
¿Qué tratamientos existen para los compradores compulsivos?
La persona que sufre de este desorden comprador suele guardarlo en secreto mientras no le descubren o cuando se alarma a revisar los extractos bancarios o ver que los límites de créditos de sus tarjetas están al límite. En muchos casos pasan años hasta que el sujeto toma conciencia de su adicción y acude a terapia.
Para el tratamiento de la adicción compulsiva a las compras, se sigue el mismo protocolo con el que se trata cualquier otro trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
El porcentaje de éxito de estas terapias es muy alto, de casi el 75% entre las personas que se someten a ella.
Según los terapeutas, es muy importante que las personas que convivan o tengan una relación estrecha con los compradores compulsivos, es acercarse a él con una actitud en que le muestre su comprensión pero, al mismo tiempo, su firmeza para retirarle el acceso a los fondos o no ceder cuando le pidan dinero prestado.
El tratamiento de la oniomanía se puede realizar en varios planos
La terapia cognitivo-conductual que busca introducir cambios en la vida de los pacientes. Con ella hace descubrir a la persona tratada como se ve a sí mismo y comprobar de qué forma intenta satisfacer las necesidades que le apremian. Explora la personalidad del paciente las ideas motoras que gobiernan su conducta y perfila estrategias para modificar los hábitos perniciosos.
El tratamiento farmacológico con medicamentos ISRS ha resultado bastante eficaz ya que ataca esta conducta que hunde sus raíces en una obsesión y comportamiento que tiene mucho que ver con hábitos compulsivos.
La combinación de ambas terapias puede llegar a resultar muy exitosas en el tratamiento de la compulsión compradora.
Como hemos visto en esta entrada, la compra compulsiva puede llegar a suponer un problema serio tanto para las personas que la padecen como para las del entorno familiar y social que convive con ella.
Los primeros pasos que debemos dar cuanto sufrimos este tipo de comportamiento desordenado o convivimos con alguien que puede padecerlo, es evitar las compras de última hora, anotar lo que vayamos a necesitar y ceñirnos a esta lista de forma disciplinada, elaborar un presupuesto mensual o semanal del que no podemos salirnos a la hora de comprar y evitar ir de compras en esos días en los que la euforia o el desánimo dominan nuestros sentimientos.